“Así es como los crímenes cometidos por el
Gobierno actúan sobre los peores y menos morales de los miembros de la
comunidad, y no cabe duda que esos hechos tremendos tienen también que haber
influido en la mayoría de los hombres de moral media. Oyendo y leyendo de
continuo las más terribles e inhumanas brutalidades cometidas por las
autoridades – esto es, por personas que el pueblo acostumbra a honrar como sus
representantes mejores - , la mayoría del público de nivel medio, especialmente
la juventud, preocupada con sus propios asuntos, en vez de comprender que
quienes son capaces de cometer tales horrores son indignos de toda
consideración, inconscientemente caen en la conclusión opuesta y piensan que si
aquellos a quienes acostumbramos a honrar y respetar cometen semejantes actos,
será porque estos actos no son, en realidad, tan tremendos como podría
suponerse.
Y así la gente ha llegado a hablar, hoy día, de
ejecuciones, asesinatos, bombas y matanzas, con la misma naturalidad que se
habla del tiempo.”
“En general, gracias a la actividad del
Gobierno, que ha permitido el asesinato como un medio de llegar a sus fines,
todos los crímenes: el robo, el asalto a mano armada, la mentira, el tormento y
el asesinato, son actualmente considerados por aquellos desventurados, a
quienes no ha podido menos de pervertir el ejemplo, como los actos más
naturales y corrientes, inherentes por así decirlo a la condición humana.
Sí; terribles como son los hechos en sí mismos,
aún es incomparablemente más terrible el daño moral, espiritual,
invisible, que producen.
Decís que cometéis todos esos horrores a fin de
restablecer el orden y la paz.
¡Restablecer vosotros el orden y la paz! Pero,
¿por qué medios pretendéis restablecerlos? Destruyendo el último vestigio
de fe y moralidad en los hombres, vosotros, representantes de una autoridad
cristiana, maestros y caudillos reconocidos y sostenidos por los servidores de
la Iglesia. Cometiendo los crímenes más monstruosos: la mentira, la perfidia,
el tormento en todas sus formas, y el supremo y más terrible de los crímenes,
el más odioso a todo corazón humano que no esté irremediablemente corrompido:
no ya un asesinato aislado, sino el asesinato en masa, innumerable, que
pretendéis justificar con estúpidas referencias a tales o cuales estatutos por
vosotros mismos escritos en esos necios y mendaces libros vuestros que os
atrevéis a llamar blasfematoriamente “las leyes”.”
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