viernes, 23 de marzo de 2012

Piotr Alexeiévich Kropotkin



Piotr Alexeiévich Kropotkin 
Revolucionario y geógrafo ruso, Pedro Kropotkin fue, desde la década de 1870 hasta su muerte en 1921, la principal figura y el más prominente teórico del movimiento anarquista. Aunque logró nombradía en un número de diferentes especialidades, que van desde la geografía y la zoología hasta la sociología y la historia, se apartó del éxito material para dedicarse a la vida de un revolucionario. Hablando en mítines, fundando periódicos, escribiendo libros y artículos hizo más que no importa qué otra figura para fomentar la causa libertaria en Europa y en todo el mundo.

Kropotkin nació en Moscú el 9 de diciembre de 1842, hijo del príncipe Aleksey Petrovich Kropotkin, y fue educado en el exclusivo Cuerpo de los Pajes en San Petersburgo (Leningrado). Durante un año sirvió como ayudante del zar Alejandro II y, desde 1862 hasta 1867, como oficial del ejército en Siberia; aparte de sus deberes militares, estudió la vida del reino animal y tomó parte en exploraciones geográficas. Basándose en sus observaciones elaboró la teoría de las líneas estructurales en las cordilleras y revisó la cartografía del Asia oriental. También contribuyó al conocimiento del glaciarismo de Asia y de Europa durante la Época Glacial.

Los descubrimientos de Kropotkin fueron reconocidos inmediatamente y abrieron el camino para una distinguida carrera científica. Pero en 1871 rehusó el cargo de secretario en la Sociedad Geográfica Rusa y, renunciando a su herencia aristocrática, dedicó su vida a la causa de la justicia social. Durante su servicio en Siberia había ya empezado su conversión al anarquismo -la teoría de que todas las formas de gobierno deberían ser abolidas- y en 1872 una visita a los relojeros suizos de las Montañas Jurasianas, con sus voluntarias asociaciones de apoyo mutuo, ganaron su admiración y confirmaron sus creencias libertarlas.

Cuando retornó a Rusia se unió a un grupo revolucionario que diseminaba propaganda entre los trabajadores y campesinos de San Petersburgo y de Moscú. Atrapado en una redada policial, fue encarcelado en 1874, pero realizó una fuga sensacional dos años más tarde, huyendo a Europa occidental, donde su nombre fue pronto venerado en los círculos avanzados.

Los próximos años los paso casi siempre en Suiza hasta que fue expulsado a pedido del gobierno ruso después del asesinato del zar Alejandro II por los revolucionarios en 1881. Se trasladó a Francia, pero fue detenido y encarcelado durante tres años, acusado de fraguados cargos de sedición.

Liberado en 1886, se fue a vivir a Inglaterra, donde permaneció los siguientes 30 años, hasta que la Revolución de 1917 le permitió retornar a su país natal. Durante su largo exilio Kropotkin escribió una serie de influyentes libros -los más importantes fueron Palabras de un rebelde (1885), En las prisiones de Rusia y Francia (1887), La conquista del pan (1892), Campos, fábricas y talleres (1899), Memorias de un revolucionario (1899), La ayuda mutua (1902), La literatura rusa (1905) y La Gran Revolución 1789 - 1793 (1909)- en la cual promovió su filosofía libertaria.

Su finalidad, como a menudo lo hizo notar, era poner una base científica al anarquismo. En La ayuda mutua, que es ampliamente considerado como su obra maestra, argumentó que, a pesar del concepto darwinista sobre la supervivencia de los más hábiles, la cooperación más bien que el conflicto es el principal factor de la evolución de las especies. Suministrando abundantes ejemplos, demostró que la sociabilidad es un rasgo dominante en todos los niveles del reino animal.

También entre los seres humanos encontró que el apoyo mutuo ha sido la regla más bien que la excepción. Rastreó la evolución de la cooperación voluntaria en las tribus primitivas, la aldea campesina, los pueblos del Medioevo y en una variedad de modernas asociaciones -sindicatos, sociedades científicas, la Cruz Roja-, que han continuado practicando el apoyo mutuo a pesar de la ascensión del coercitivo Estado burocrático. El curso de la historia moderna, creía, se encamina hacia las sociedades descentralizadas, apolíticas, cooperadoras, en las cuales los hombres desarrollarán sus facultades creadoras sin la interferencia de gobernantes, sacerdotes o soldados.

En su teoría del comunismo libertario, según la cual la propiedad privada e ingresos desiguales desaparecerán para dar lugar a la libre distribución de las mercancías y los servicios, Kropotkin dio un paso en grande para la evolución del pensamiento económico anarquista. Substituyó el principio de los salarios por el de las necesidades. Cada persona juzgaría sus propios requerimientos, sacando del supermercado común lo que estimara necesario, hubiera o no contribuido al trabajo. Kropotkin preveía una sociedad en la que los hombres a la vez harían trabajo manual e intelectual, trabajando en la industria o en la agricultura. Los miembros de cada comunidad cooperativa desde sus 20 a sus 40 años, trabajarían de cuatro a cinco horas por día, suficientes para una vida confortable, y la división del trabajo motivaría una división de agradables tareas, como resultado de la especie de existencia integrada y orgánica que había prevalecido en la ciudad medioeval.

Para preparar a los hombres hacia una vida más feliz, Kropotkin fijó sus esperanzas en la educación de los jóvenes. Para lograr una sociedad integrada clamaba por una educación integral que a la vez desarrollase habilidades intelectuales y manuales. Debido énfasis debía ser puesto en las humanidades y en los principios básicos de las matemáticas y las ciencias; pero, en lugar de ser enseñadas sólo en los libros, los niños debían recibir una activa educación al aire libre y aprender trabajando y observando en el terreno, una recomendación que ha sido ampliamente señalada por modernos educadores.

Basándose en su propia experiencia de la vida en la cárcel, Kropotkin también propugnaba por una entera modificación del sistema penal. Decía que las cárceles eran escuelas del crimen que, en vez de reformar al delincuente, lo sujetaban a castigos embrutecedores y lo endurecían en sus instintos criminales. En el mundo futuro de los anarquistas, fundado en la ayuda mutua, la conducta antisocial no sería encarada mediante leyes o cárceles, sino por la comprensión humana y la presión moral de la comunidad.

En Kropotkin se combinaban las cualidades de un científico y un moralista con las de un organizador revolucionario y propagandista. Debido a su sensata benevolencia, condenaba el uso de la violencia en la lucha por la libertad y la igualdad, y durante sus primeros años como militante anarquista, fue uno de los más vigorosos expositores de la propaganda por el hecho - actos de insurrección para reforzar la propaganda oral y escrita y despertar así los instintos de rebelión del movimiento anarquista en Inglaterra y Rusia; y ejerció una fuerte influencia en los movimientos de Francia, Bélgica y Suiza. Pero se apartó de muchos de sus compañeros al apoyar a los poderes aliados durante la Primera Guerra Mundial. Su acción, aunque motivada por el temor de que el autoritarismo germano podría ser fatal para el progreso social, violó la tradición antimilitarista y motivó agrias polémicas que casi destruyeron al movimiento por el que había trabajado casi medio siglo.

De todos modos, los acontecimientos aparecieron más brillantes al estallar la Revolución Rusa. Kropotkin, que ahora tenía 75 años, se apresuró a retornar a su país natal. Cuando llegó a Petrogrado en junio de 1917, después de 40 años de exilio, fue recibido calurosamente y se le ofreció el cargo de Ministro de Educación en el gobierno provisional, que rehusó con brusquedad. No obstante, nunca fueron tan brillantes sus esperanzas para un futuro libertario, pues en 1917 vio la espontánea aparición de municipios libres y de soviets -consejos de soldados y de trabajadores- que pensó podrían ser la base para una sociedad sin Estado. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, sin embargo, su entusiasmo se volvió un gran desengaño. Esto entierra la Revolución dijo a un amigo. Los bolcheviques, decía, han demostrado cómo una revolución no debe ser hecha, es decir, por métodos autoritarios en vez de métodos libertarios. Sus últimos años los dedicó principalmente a la historia de la ética, que nunca terminaría. Murió en el pueblo de Dmitrov cerca de Moscú el 8 de febrero de 1921. Su entierro, acompañado por cien mil admiradores suyos, fue la última ocasión en que la bandera negra de los anarquistas flameó en las calles de Moscú.

La vida de Kropotkin ejemplarizó una alta modalidad ética y la combinación de la labor manual e intelectual que predicó a través de sus escritos. No mostró nada del egoísmo, la duplicidad y el ansia de poder que malogró la imagen de tantos otros revolucionarios. Debido a esto fue admirado no sólo por sus propios compañeros, sino por muchos para quienes la etiqueta de anarquista significa no mucho más que el puñal y la bomba. El escritor francés Romain Rolland dijo que Kropotkin vivió lo que Tolstoi solamente predicó, y Oscar Wilde le llamó uno de los dos hombres realmente felices que había conocido.


 Paul Avrich*, Revista Reconstruir,1975, Buenos Aires, Argentina.


* Paul Avrich, nacido en EEUU, fue profesor e historiador del movimiento anarquista, dentro de sus textos mas relevantes destaca el escrito acerca de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.

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