"Doce hombres pertenecientes a esa masa cuyo
trabajo nos hace vivir, esa masa que hemos depravado y continuamos todavía
depravando por todos los medios a nuestro alcance – desde el veneno del
vodka a la terrible falsedad de un credo que les imponemos con toda
nuestra fuerza, sin creer en él nosotros mismos -, doce hombres,
estrangulados con una cuerda por los mismos a quienes mantienen con su
trabajo y que les vienen depravando de un modo sistemático. Doce maridos,
padres e hijos, pertenecientes a esa masa sobre cuya bondad, trabajo y
simplicidad descansa la vida de Rusia entera, son detenidos, encarcelados
y aherrojados. Más tarde, les atan las manos a la
espalda, no sea que vayan a agarrarse a las
cuerdas con que les van a ahorcar, y son conducidos al cadalso. Unos
cuantos campesinos, idénticos a los que van a ser ahorcados, pero armados,
vestidos con uniforme limpio de soldado, con buenas botas en los pies y un
fusil en la mano, acompañan a los condenados. Junto a ellos marcha un
hombre de cabellos largos, revestido con una estola y una capa de tisú de
oro y plata, llevando una cruz en la mano. El cortejo se detiene. El
hombre que capitanea el cortejo dice algo, el secretario lee un papel; y, una
vez leído el papel, el hombre de cabellos largos, dirigiéndose a los que
van a ser ejecutados, les habla de Dios y de Cristo"*
*No Puedo Callarme, León Tolstoi, en Biblioteca Universal, Dostoievski, Tolstoi, Novelas y Cuentos, Editorial Océano, Barcelona, p. 363 y siguientes.
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