Fotografía: Juan Castro Bekios |
“El delito es un recurso ilimitado. Los actos con la potencialidad de ser
vistos como delictivos son como un recurso natural ilimitado. Podemos tomar una
pequeña porción de ellos para calificarlos como delito, o una grande. Los actos
no son, se construyen, sus significados son creados al tiempo que suceden.
Clasificar y evaluar son actividades centrales para los seres humanos. El mundo
viene a nosotros al tiempo que lo constituimos. El delito es por lo tanto un producto
cultural, social y mental. Para todos los actos, incluidos aquellos vistos como
no deseados, hay docenas de posibles alternativas de comprensión: maldad,
locura, perversión, deshonra, desborde juvenil, heroísmo político, o delito.
Los "mismos" actos pueden por lo tanto encontrarse dentro de varios
sistemas paralelos como el judicial, el psiquiátrico, el pedagógico y el
teológico.
Pero dejemos esto en claro: yo no digo, aquí o más adelante, que ciertos
actos inaceptables, completamente inaceptables incluso para mí, no existan. No
niego que algunas personas reciben balas en sus cuerpos debido a las armas
disparadas por otras personas. Tampoco niego que hay gente que muere debido a
los automóviles de otra gente; que es tomado dinero de los bolsillos ajenos o
de sus cuentas bancadas sin su consentimiento. Y tampoco niego que tenga fuertes
objeciones morales contra la mayoría de estos actos, que trate de detenerlos o
prevenirlos. Ni niego que pueda ser útil ver algunos de estos actos como
delito.
Estoy interesado en el nacimiento de los significados y en cómo éstos son
moldeados. Mi mundo está lleno de valores, muchos de los cuales me obligan a
actuar o a reaccionar. Pero esto no excluye un fuerte interés en cómo los actos
adoptan su significado.
Tomando en cuenta esta perspectiva general, hay algunas preguntas tradicionales
en la criminología que no voy a abordar. Particularmente, no voy a considerar útil
la pregunta sobre la evolución de la situación delictiva. Esto no significa que
las estadísticas criminales no presenten interés. Tales estadísticas informan
sobre los fenómenos vistos y registrados como delitos por una sociedad en
particular y también lo que les sucede a aquellas personas vistas como los
principales actores. Pero las estadísticas delictivas son en sí mismas un
fenómeno social. Ellas nos cuentan lo que el sistema en determinado momento ve
como delito, lo que le molesta manejar y lo que tiene capacidad de manejar. Las
estadísticas delictivas son un hecho social con extrema necesidad de
interpretación. Esta visión de las estadísticas delictivas tiene sus
consecuencias. Significa que no es útil preguntarnos si el delito está en
aumento, estable o decreciendo". El delito no existe como una entidad
dada. Medir las variaciones en la manifestación de un fenómeno que cambia su
contenido a través del tiempo no está entre las tareas que más me tientan.
Esta perspectiva general sobre el delito hace posible develar dos cuestiones
centrales e interrelacionadas.
Primero, ¿qué está detrás del incremento o merma de los actos generalmente
percibidos como no deseados o inaceptables?, y ¿cómo es eventualmente posible
influir en el acontecimiento de estos actos?
Segundo, ¿qué hace que una cantidad variable de estos actos aparezca como
delito y que sus actores aparezcan como delincuentes? Particularmente, ¿bajo
qué condiciones materiales, sociales, culturales y políticas aparecerán el
delito y los delincuentes como las metáforas dominantes, como la forma
dominante de ver a los actos y actores no deseados?
Esta es una perspectiva liberadora. Nos lleva al tema general de este
libro: ¿cuándo es suficiente? O como en el título, ¿cuánto es una sensata
cantidad de delito? Esta cuestión nos lleva naturalmente a la siguiente:
¿cuánto es una sensata cantidad de castigo?.”[1]
[1] Nils Christie, Una Sensata
Cantidad de Delito, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2004, pp. 19 a 21.
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