Fotografía: Juan Castro Bekios |
“La sociedad postindustrial es, además de la «sociedad del
riesgo» tecnológico, una sociedad con otros caracteres individualizadores, que
convergen en su caracterización como una sociedad de «objetiva» inseguridad. De
entrada, debe significarse que el empleo de medios técnicos, la
comercialización de productos o la utilización de sustancias cuyos posibles
efectos nocivos no se conocen de modo seguro y, en todo caso, se manifestarán años
después de la realización de la conducta introducen un importante factor de incertidumbre
en la vida social. El ciudadano anónimo se dice: «nos están
"matando", pero no acabamos de saber a ciencia cierta ni quién, ni
cómo, ni a qué ritmo». En realidad, hace tiempo que los especialistas han
descartado la, por lo demás remota, posibilidad de neutralizar los nuevos
riesgos, incidiéndose más bien en que debe profundizarse en los criterios de
distribución eficiente y justa de los mismos —existentes y en principio no
neutralizables— El problema, por tanto,
no radica ya sólo en las decisiones humanas que generan los riesgos, sino también
en las decisiones humanas que los distribuyen. Y si bien es cierto que son
muchos los que propugnan la máxima participación pública en las
correspondientes tomas de decisión, no lo es menos que, de momento, las mismas
tienen lugar en un contexto de casi total opacidad.
Todo ello pone de relieve que, en efecto, nos ha tocado vivir
en una sociedad de enorme complejidad en
la que la interacción individual —por las necesidades de cooperación y de división
funcional— ha alcanzado niveles hasta ahora desconocidos. Sin embargo, la
profunda interrelación de las esferas de organización individual incrementa la
posibilidad de que algunos de esos contactos sociales redunden en la producción
de consecuencias lesivas. Dado que, por lo demás, dichos resultados se producen
en muchos casos a largo plazo y, de todos modos, en un contexto general de
incertidumbre sobre la relación causa-efecto, los delitos de resultado de
lesión se muestran crecientemente insatisfactorios como técnica de abordaje del
problema. De ahí el recurso cada vez más asentado a los tipos de peligro, así
como a su configuración cada vez más abstracta o formalista (en términos de
peligro presunto)
La creciente interdependencia de los individuos en la vida
social da lugar, por otro lado, a que, cada vez en mayor medida, la indemnidad
de los bienes jurídicos de un sujeto dependa de la realización de conductas
positivas (de control de riesgos) por parte de terceros. Expresado de otro
modo, las esferas individuales de organización ya no son autónomas, sino que se
producen de modo continuado fenómenos —recíprocos— de transferencia y asunción
de funciones de aseguramiento de esferas ajenas. En Derecho penal, ello implica
la tendencia hacia una exasperación de los delitos de comisión por omisión que
incide directamente en su reconstrucción técnico-jurídica.
Además, la sociedad postindustrial europea es una
sociedad que expresa la crisis del modelo del Estado del bienestar, una sociedad
competitiva con bolsas de desempleo o marginalidad —especialmente juvenil—
irreductibles, de migraciones voluntarias o forzosas, de choque de culturas.
Una sociedad, en suma, con importantes problemas de vertebración interna. Entre
otros efectos, que ahora podemos dejar de lado, es lo cierto que todos estos
elementos generan episodios frecuentes de violencia (en su acepción más
ordinaria de «criminalidad callejera» individual y en otras manifestaciones»)
más o menos explícita. En este modelo, en efecto, la propia convivencia aparece
como una fuente de conflictos interindividuales. El fenómeno de la
«criminalidad de masas» determina que el «otro» se muestre muchas veces
precisamente, ante todo, como un riesgo 39, lo que constituye la otra dimensión
(no tecnológica) de nuestra «sociedad del riesgo».
Este último aspecto —el de la criminalidad callejera o de
masas (seguridad ciudadana en sentido estricto)— entronca con las
preocupaciones clásicas de movimientos como el de «ley y orden». En este
sentido, el fenómeno no es nuevo. Lo nuevo es que las sociedades
postindustriales europeas experimenten problemas de vertebración hasta hace
poco desconocidos en ellas (por la inmigración, la multiculturalidad y las
nuevas bolsas de marginalidad). Y lo nuevo es también que, a raíz de todo ello,
la ideología de ley y orden haya calado en sectores sociales mucho más amplios
que los que la respaldaban en los años sesenta y posteriores.” [1]
[1] Silva Sánchez, Jesús-María, La Expansión del Derecho Penal,
Aspectos de la Política Criminal en las Sociedades Postindustriales, Editorial
Civitas, segunda edición, Madrid, 2001, pp. 28 a 31.
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