Fotografía: Juan Castro Bekios |
“El discurso político, una gran parte de los medios de comunicación y
algunos especialistas en política criminal coinciden en hablar, a propósito de
los problemas de la justicia penal, de cierto «hombre de la calle». Este hombre
de la calle sería obtuso, cobarde y vengativo. No haría distinciones entre los
marginales, los violentos, los que producen molestias, cualesquiera que fueran,
a los cuales él pondría en bloque en la picota. Él se imaginaría las prisiones
llenas de asesinos peligrosos. Vería en el aparato penal el único capaz de
darle protección contra
los fenómenos
sociales que lo perturban…
Ahora bien, este hombre de la calle no existe. Es una abstracción cómoda
para legitimar el sistema existente y reforzar sus prácticas. Hay que leer el
estudio reciente de Philippe Robert y Claude Faugeron sobre las fuerzas ocultas
de la justicia, para advertir hasta qué punto uno se equivoca cuando se quiere
hacer decir a las cifras lo que ellas no dicen y a las personas lo que ellas no
piensan sobre el estado de la criminalidad y sobre el aparato represivo. Las
investigaciones de estos sociólogos, unidas a otras en el mismo sentido,
critican severamente la noción
de opinión
pública construida mediante un lenguaje voluntarista sin relación con la
realidad. Ellas nos llaman a reconocer la variedad de las opiniones públicas y de
sus matices.
Ellas traen a la escena a los verdaderos hombres y a las verdaderas mujeres de
la calle con sus errores, sin duda, pero también con su reflexión inteligente y
su humanidad.
Estas personas concretas que, en su gran mayoría, intuyen que hay algo de
locura e insoportable en nuestra justicia criminal, ignoran, sin embargo, a
menos de haberse visto cogidas ellas mismas en el laberinto penal, cómo
funciona verdaderamente el sistema. Es conveniente darles la información. Pues,
cuando estos hombres y mujeres hayan comprendido hasta qué punto abruma a
nuestras
sociedades el peso de una maquinaria de castigo y exclusión, heredada de los
siglos pasados, no se encontrará ya a nadie dispuesto a ser garante de tal
sistema. Ese día una verdadera conciencia popular reclamará su abolición.”[1]
[1] Louk Hulsman,
Jacqueline Bernat De Celis, Sistema Penal y Seguridad Ciudadana: Hacia Una
Alternativa, Editorial Ariel S.A. Barcelona, 1984, p. 44.
No hay comentarios:
Publicar un comentario