Foto: Juan Castro Bekios |
"Todas las transgresiones
a los principios admitidos de la moral, pueden ser imputadas a la carencia de
una firme voluntad. La mayoría de los habitantes de las prisiones son personas
que no tuvieron la firmeza suficiente para resistir a las tentaciones que les
rodeaban, o para dominar una pasión que llegó a dominarles. Pues bien, en la
cárcel, como en el convento, todo es apropiado para matar la voluntad del ser
humano. El hombre no puede elegir entre dos acciones; las escasísimas ocasiones
que se ofrecen de ejercer su voluntad, son excesivamente cortas; toda su vida
fue regulada y ordenada de antemano; no tiene que hacer sino seguir la
corriente, obedecer, so pena de duros castigos. En tales condiciones, toda la
voluntad que pudiera tener antes de entrar en la cárcel, desaparece. ¿Y dónde
encontrará fuerza para resistir a las tentaciones que ante él surgirán, como
por encanto, cuando franquee aquellas paredes? ¿Dónde encontrará fuerza para
resistir al primer impulso de un carácter apasionado, si durante muchos años
hizo todo lo necesario para matar en él la fuerza interior, para volverle una
herramienta dócil en manos de los que le gobiernan?
Este hecho es, a mi
entender, la más fuerte condena de todo sistema basado en la privación de la
libertad del individuo. El origen de la supresión de toda libertad individual
se halla fácilmente: proviene del deseo de guardar el mayor número de presos
con el más reducido número de guardianes. El ideal de nuestras prisiones fuera
un millar de autómatas levantándose y trabajando, comiendo y acostándose por
medio de corrientes eléctricas producidas por un solo guardián.
De este modo se puede
economizar; pero no admite luego que hombres, reducidos al estado de máquinas,
no sean, una vez libres, los hombres que reclama la vida en sociedad.
El preso, una vez libre,
obra como aprendió a obrar en la cárcel. Las sociedades de socorro nada pueden
contra esto. Lo único que le es posible hacer es combatir la mala influencia de
las prisiones, matar sus malos efectos en algunos de los libertados."
Piotr Kropotkin, "Las Prisiones".
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