Foto: Juan Castro Bekios |
"La fraternidad humana y
la libertad son los únicos correctivos que hay que oponer a las enfermedades
del organismo humano que conducen a lo que se llama crimen.
Tomad aparte a ese
hombre, el cual ha cometido un acto de violencia contra uno de sus semejantes.
El juez, ese maniático, pervertido por el estudio del Derecho romano, se
apodera de él y se apresura a condenarle, y le envía a la prisión. Sin embargo,
si analizáis las causas que impulsaron al condenado a cometer aquel acto de
violencia, veréis (como lo notó Griesinger) que el acto de violencia tuvo sus
causas, y que estas causas trabajaban hacía mucho tiempo, bastante antes de que
aquel hombre cometiera el acto en cuestión. Ya en su vida anterior se traslucía
cierta anomalía nerviosa, un exceso de irritabilidad: tan pronto, por una
bagatela, expresaba con calor sus sentimientos, como se desesperaba a causa de
una pena mínima, como se enfurecía a la menor contrariedad. Pero esta
irritabilidad era a su vez causada por una enfermedad cualquiera: una
enfermedad del cerebro, del corazón o del hígado, con frecuencia heredada de
sus padres. Y, desgraciadamente, nunca hubo nadie que diera mejor dirección a
la impresionabilidad de aquel hombre. En mejores condiciones, hubiera podido
ser un artista, un poeta o un propagandista celoso. Pero, falto de aquellas
influencias, en un medio desfavorable, se hizo lo que se llama un criminal."
Piotr Kropotkin, "Las Prisiones".
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