Foto: Juan Castro Bekios |
"La prisión no tiene razón
de ser. Y todos los que aquí estáis, sentís lo mismo que yo; porque si a los
padres y a las madres que veo preguntara quién sueña para su hijo un porvenir
de carcelero, ni una sola voz me respondería. Cualesquiera que sea el sueño del
padre y de la madre, no llegarían a desear para su hijo una colocación de
guardián de presos, de verdugo...
Y en este desprecio está
la condenación absoluta del sistema de las prisiones y de la pena de muerte.
En la actualidad, la
prisión es posible porque, en nuestra sociedad abyecta, el juez puede hacer
carcelero o verdugo a un miserable salariado. Pero si el juez hubiera de
vigilar a sus condenados, si hubiera él de matar a los que manda aplicar quitar
la vida, seguros estad de que esos mismos jueces encontrarían las prisiones
insensatas y criminal la pena de muerte.
Y esto me hace decir una
palabra respecto al asesinato legal, que denominan pena capital en su extraña
jerga.
Este asesinato no es sino
un resto del principio bárbaro enseñado por la Biblia, con su ojo por
ojo, diente por diente. Es una crueldad inútil y perjudicial para la
sociedad."
"..Pero el procurador de la
República pidiendo tranquilamente la cabeza de un ciudadano rodeado de
gendarmes y confiando a un verdugo, pagado a tanto por operación, el cuidado de
cortar aquella cabeza, ese procurador es para mi tan repugnante como el
procurador del rey, y le digo:
- Si quieres la cabeza de
ese hombre, tómala. Sé acusador, sé juez, si quieres; ¡mas sé también verdugo!
Si te limitas a pedir la cabeza, a pronunciar la sentencia; si te apropias el
papel teatral y abandonas a un miserable la faena de la ejecuci6n, no eres sino
un ruin aristócrata que se considera superior al ejecutor de sus sentencias.
Eres peor que el procurador del rey, porque de nuevo introduces la desigualdad,
la peor de las desigualdades, después de haber hablado en nombre de la
igualdad.
Cuando el pueblo se
venga, nadie tiene derecho a ser juez. Sólo su conciencia puede juzgarle. Pero,
al procurador que quiere hacer asesinar fríamente, con todo el aparato abyecto
de los tribunales, una cosa tenemos que decirle:
- No te hagas el
aristócrata. Sé verdugo, si es que quieres ser juez. ¿Hablas de igualdad? ¡Pues
igualdad! ¡No queremos la aristocracia del tribunal junto a la plebe del
cadalso!
Resumo. La prisión no
impide que los actos antisociales se produzcan; por el contrario, aumenta su
número. No mejora a los que van a parar a ella. Refórmesela tanto como se
quiera, siempre será una privación de libertad, un medio ficticio como el
convento, que torna al prisionero cada vez menos propio para la vida en
sociedad. No consigue lo que se propone. Mancha a la sociedad. Debe
desaparecer.
Es un resto de barbarie,
con mezcla de filantropismo jesuítico; y el primer deber de la Revolución
será derribar las prisiones; esos monumentos de la hipocresía y de la vileza
humana.
En una sociedad de
iguales, en un medio de hombres libres, todos los cuales trabajen para todos,
todos los cuales hayan recibido una sana educación y se sostengan mutuamente en
todas las circunstancias de su vida, los actos antisociales no podrán
producirse. El gran número no tendrá razón de ser, y el resto será ahogado en
germen. En cuanto a los individuos de inclinaciones perversas que la sociedad
actual nos legue, deber nuestro será impedir que se desarrollen sus malos
instintos. Y si no lo conseguimos, el correctivo honrado y práctico será
siempre el trato fraternal, el sostén moral, que encontrarán de parte de todos,
la libertad. Esto no es utopía; esto se hace ya con individuos aislados, y esto
se tornará práctica general. Y tales medios serán más poderosos que todos los
códigos, que todo el actual sistema de castigos, esa fuente siempre fecunda en
nuevos actos antisociales, de nuevos crímenes."
Piotr Kropotkin, "Las Prisiones".
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