jueves, 12 de abril de 2012

Autoritarismo del Derecho Penal Soviético en Jiménez de Asúa


“Cuando se instaura el bolchevismo en Rusia, se derogan las leyes del zarismo, y con ellas cae el Derecho penal. Las comisiones encargadas de impedir la contrarrevolución y el sabotaje juzgan conforme a la "conciencia revolucionaria". Los "Principios" de Derecho penal de 1919 son breves y elementales. Luego aparece el Código penal de 1922; más tarde los "Principios" de 1924, y, por último, el vigente Código de 1926. Se trata de una legislación de tipo intermedio entré lo viejo y lo por venir. Su institución más típica es la analogía; es decir, la facultad otorgada al juez de incriminar acciones que no están definidas y penadas en la ley, siempre que se halle definida y penada una figura delictiva similar (análoga). Como un paso más avanzado figura el proyecto Krylenko de 1930, que no llegó a discutirse, y que hoy, después de caer en desgracia su autor, no cuenta para nada en la Unión Soviética.
Si nos referimos a los mismos caracteres del Derecho penal liberal, podremos caracterizar el Derecho penal ruso por estas notas antiliberales:
Se ataca el legalismo, que garantizó la libertad individual, al quebrantar el principio nullum crimen, nulla poena sine lege, con la analogía. Se ataca la tipicidad, en que encarnó la igualdad, puesto que el Código penal ruso declara que no basta para ser incriminable que un delito esté definido en la ley, puesto que ha de existir peligrosidad del autor. Y se desconoció el principio de fraternidad aplicando en grande escala la pena de muerte, si bien hay que hacer notar que fue más como defensa revolucionaria que como medida jurídica, y que las sanciones propiamente penales del Código ruso tienden a ser más humanas y menos largas que las de los Códigos de Occidente. En los últimos tiempos la U. R. S. S. modifica sus leyes punitivas en un sentido de mayor severidad.”[1]


[1] Jimenéz de Asúa, Luis, Principios de Derecho Penal, La ley y El Delito, Abeledo Perrot, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1990. pp. 70 y 71.


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