Fotografía: Juan Castro Bekios |
“Las sociedades occidentales enfrentan dos
problemas principales: la distribución desigual de la riqueza y la distribución
desigual del acceso al trabajo remunerado. Ambos problemas pueden dar lugar a
disturbios. La industria del control del delito está preparada para
enfrentarlos: provee ganancias y trabajo al mismo tiempo que produce control
sobre quienes de otra manera perturbarían el proceso social.
En comparación con la mayoría de las industrias, la
industria del control del delito se encuentra en una situación más que
privilegiada. No hay escasez de materia prima: la oferta de delito parece ser
infinita. También son infinitas la demanda de este servicio y la voluntad de
pagar por lo que se considera seguridad. Y los planteos habituales sobre la
contaminación del medio ambiente no existen. Por lo contrario, se considera que
esta industria cumple con tareas de limpieza, al extraer del sistema social
elementos no deseados. Muy pocas veces quienes trabajan dentro de una
industria dicen que en un momento dado su tamaño es el correcto. Nunca dicen:
“ahora somos importantes, tenemos una buena posición, no queremos crecer más”.
Un impulso de expansión está incorporado al pensamiento industrial, aunque más
no sea para combatir la competencia. La industria del control del delito no es
una excepción. Pero tiene ventajas muy particulares, porque provee armas para
lo que se suele ver como una guerra permanente contra el crimen. La industria
del control del delito es como los conejos en Australia o los visones salvajes
en Noruega… ¡ Hay tan pocos enemigos naturales!
La creencia en ese estado de guerra es uno de los fuertes motores del desarrollo
de esta industria. Otro es una adaptación general a las características del
pensamiento, la organización y el comportamiento del mundo industrializado. La
institución de la ley se encuentra en medio de un proceso de cambio. El antiguo
símbolo era una mujer con los ojos vendados y la balanza en la mano. Su tarea
era poner en equilibrio un gran número de valores opuestos. Esa tarea ya no es
tal. Se ha producido una revolución silenciosa en el seno de la institución de
la ley; una revolución que brinda mayores oportunidades de crecimiento para la
industria del control del delito.”
“…en
la situación actual, extraordinariamente propicia para el crecimiento, resulta
particularmente importante comprender que el tamaño de la población carcelaria es
una cuestión normativa. Al mismo tiempo, somos libres y estamos obligados a
tomar una decisión. Es necesario ponerle límites al crecimiento de la industria
carcelaria. Nos encontramos en una situación en la que resulta crucial discutir
seriamente hasta dónde se puede permitir que se extienda el sistema de control
formal. Las ideas, los valores, la ética -y no el empuje industrial- deben
determinar los límites del control, deben disponer cuándo es suficiente. El tamaño
de la población carcelaria depende de ciertas decisiones. Somos libres de elegir.
Es solamente cuando no tomamos conciencia de esta libertad que las condiciones
económico-materiales reinan libremente. El control del delito es una industria.
Y las industrias deben mantenerse dentro dé ciertos limites. Este libro trata
sobre la expansión de la industria carcelaria y también sobre las fuerzas
morales que se le oponen.
Nada de lo que aquí se ha dicho significa que la protección de la vida, la
integridad física y la propiedad no sean importantes en la sociedad moderna.
Por lo contrario, vivir en sociedades de gran escala a menudo significará vivir
en un entorno en el que los representantes de la ley y el el orden son
considerados la garantía básica de seguridad. Es inútil pasar por alto este
problema. Todas las sociedades modernas deberán hacer algo con respecto a lo
que en general se percibe como el problema del delito. Los estados deben
controlar este problema; tienen que dedicarle dinero, personal y edificios. Lo
que sigue no es un alegato por el retorno a una etapa de la vida en sociedad
sin control formal. Es un llamado a reflexionar sobre los límites.” [1]
[1]
Nils Christie, La industria del Control del Delito ¿La Nueva Forma del
Holocausto? Editores del Puerto, segunda edición, Buenos Aires, 1993, pp. 21 a
23.
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