Fotografía: Juan Castro Bekios |
“El deseo de contar con una política criminal alternativa
encuentra su fuente en el sentimiento de insatisfacción hacia la política criminal
actual: insatisfacción con sus asunciones, pero también insatisfacción con las consecuencias
concretas del funcionamiento del sistema penal. Ahora vamos a tratar este último
aspecto de la insatisfacción. Estos sentimientos de insatisfacción son también
importantes para señalarlos la dirección en la búsqueda de alternativas. Así,
en gran medida, lo que hemos definido anteriormente como la segunda categoría
de problemas (problemas que se presupone o se afirma que son creados en la
sociedad por el sistema penal) constituye ahora la dirección a seguir en
nuestra búsqueda de alternativas.
Naturalmente, no es posible en el marco de este trabajo
dar una visión acabada de los problemas que, en nuestra opinión, el sistema
penal crea en la sociedad. De todos modos, bosquejaré las líneas generales de
las principales dimensiones del problema, tal como nosotros lo vemos.
Todos saben (y el que no digamos demasiado al respecto no
debe tomarse como una señal de disenso de nuestra parte) las consecuencias negativas
de la criminalización, y en particular de sanciones como la privación de
libertad, para los delincuentes y los grupos a los que principalmente
pertenecen. Todo esto es bien sabido.
Pero lo que es menos ampliamente conocido y actualmente
es expresado cada vez más como una crítica fundamental al sistema penal, es la
difícil posición en que éste coloca a las "víctimas" (personas que se
sienten dañadas o amenazadas por eventos criminalizables).
La
"criminalización", tal como hemos visto, coloca a las víctimas concretas
en una posición en la que pierden control sobre la situación definida como
delictiva, y esto aumenta considerablemente los problemas que experimentan.
Nils Christie sostiene un enfoque donde los conflictos pueden ser visualizados
como una propiedad, que el sistema penal y otros sistemas profesionales
"roban" a las personas a las que realmente les pertenecen.
Existe además otro punto, concerniente a las imágenes
negativas de la vida social que el sistema penal crea en la población en
general. A partir de una cantidad de estudios, sabemos como el temor al delito
puede ser creado como resultado de cierta vinculación entre el sistema penal y
los medios masivos de comunicación, y como este temor afecta profundamente las
vidas de ciertos grupos de la población que, a consecuencia de ello, pueden
resultar segregados.
Otra consecuencia negativa correlativa a la
criminalización, a la que le voy a dedicar alguna atención, es la tendencia de
la estructura del sistema penal a limitar la creatividad de las personas que
trabajan dentro de estos sistemas. A medida que la infraestructura del sistema
penal se desarrolla, a las personas que trabajan dentro de éste les resulta
cada vez más difícil pensar imaginativamente sobre las situaciones
problemáticas vistas por otros en el mundo exterior, porque están cada vez más
comprometidos en la búsqueda de soluciones a los problemas internos concretos
con que se encuentran. Para desarrollar este punto, me voy a referir a Leslie
Wiikins quien resume la cuestión de la siguiente forma: "En la actualidad
parece haber quedado claramente establecido que lo que sea que se haga a aquellos
delincuentes que son identificados y procesados por el sistema, es sumamente
improbable que produzca más que un muy pequeño impacto en la cantidad de delito
existente en cualquier sociedad. Ahora nos damos cuenta que en el sistema penal
tenemos dos problemas distintos. El primer problema: qué hacer con aquellos
delincuentes que son ingresados a la red institucional de decisiones. El
segundo problema: qué hacer para reducir la criminalidad -dos problemas
completamente distintos-. Ya no podemos más reducir el problema de la
criminalidad al problema del delincuente."
En otra parte del mismo texto, Wilkins sostiene que la
tarea primaria del sistema penal es la de la "atribución de culpa"
-esto es, lo que se hace con lo delincuentes que son ingresados al sistema-.
Más adelante en su trabajo, afirma: "La atribución de culpa no proporciona
una información útil para las actividades de control o remediadoras con respecto
a este tipo de eventos". También resalta el hecho de que, cuando se
analizan situaciones problemáticas que pueden ser criminalizadas y que, por
ello, son eventos criminalizables, es necesario tomar no sólo una micro-visión,
tal como ocurre actualmente en el proceso de atribución de culpa, sino también
una macro-visión de los eventos en cuestión.
Como conclusión podemos sintetizar nuestra crítica al
sistema penal de la siguiente manera: nuestro más profundo reproche al sistema
penal es que el mismo tiende a dar una construcción no realista de lo ocurrido,
por ello, además, tiende a dar una respuesta no realista y, debido a ello,
tiende a impedir que las organizaciones formales, como la policía y la
justicia, puedan abordar de manera creativa dichos eventos y aprender de los
mismos.
La "criminalización" es injusta a tal punto
que, a través de su propia estructura, niega la existencia de la diversidad en
la vida social y de los diferentes "sentidos" que ésta genera, y por
ello está incapacitada para percibirla y para tratarla positivamente. También
es injusta -en sus propios términos- porque no puede tratar equitativamente al
delincuente y a la víctima: la mayoría ni siquiera aparecen en el sistema penal
(cifra negra); como regla, las situaciones son abordadas en otros lugares y de formas
que ni siquiera son conocidas dentro del sistema penal.”[1]
[1] Louk Hulsman, El Enfoque Abolicionista: Políticas Criminales Alternativas, en
Criminología Crítica y Control Social, El poder punitivo del Estado, Editorial
Juris, Rosario, 1993, pp. 86-88.
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