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Piotr Alexeiévich Kropotkin |
Revolucionario y geógrafo
ruso, Pedro Kropotkin fue, desde la década de 1870 hasta su muerte en 1921, la
principal figura y el más prominente teórico del movimiento anarquista. Aunque
logró nombradía en un número de diferentes especialidades, que van desde la
geografía y la zoología hasta la sociología y la historia, se apartó del éxito
material para dedicarse a la vida de un revolucionario. Hablando en mítines,
fundando periódicos, escribiendo libros y artículos hizo más que no importa qué
otra figura para fomentar la causa libertaria en Europa y en todo el mundo.
Kropotkin nació en Moscú
el 9 de diciembre de 1842, hijo del príncipe Aleksey Petrovich Kropotkin, y fue
educado en el exclusivo Cuerpo de los Pajes en San Petersburgo
(Leningrado). Durante un año sirvió como ayudante del zar Alejandro II y, desde
1862 hasta 1867, como oficial del ejército en Siberia; aparte de sus deberes
militares, estudió la vida del reino animal y tomó parte en exploraciones
geográficas. Basándose en sus observaciones elaboró la teoría de las líneas
estructurales en las cordilleras y revisó la cartografía del Asia oriental.
También contribuyó al conocimiento del glaciarismo de Asia y de Europa durante
la Época Glacial.
Los descubrimientos de
Kropotkin fueron reconocidos inmediatamente y abrieron el camino para una
distinguida carrera científica. Pero en 1871 rehusó el cargo de secretario en
la Sociedad Geográfica Rusa y, renunciando a su herencia aristocrática,
dedicó su vida a la causa de la justicia social. Durante su servicio en Siberia
había ya empezado su conversión al anarquismo -la teoría de que todas las
formas de gobierno deberían ser abolidas- y en 1872 una visita a los relojeros
suizos de las Montañas Jurasianas, con sus voluntarias asociaciones de
apoyo mutuo, ganaron su admiración y confirmaron sus creencias libertarlas.
Cuando retornó a Rusia se
unió a un grupo revolucionario que diseminaba propaganda entre los trabajadores
y campesinos de San Petersburgo y de Moscú. Atrapado en una redada policial,
fue encarcelado en 1874, pero realizó una fuga sensacional dos años más tarde,
huyendo a Europa occidental, donde su nombre fue pronto venerado en los
círculos avanzados.
Los próximos años los
paso casi siempre en Suiza hasta que fue expulsado a pedido del gobierno ruso
después del asesinato del zar Alejandro II por los revolucionarios en 1881. Se
trasladó a Francia, pero fue detenido y encarcelado durante tres años, acusado
de fraguados cargos de sedición.
Liberado en 1886, se fue
a vivir a Inglaterra, donde permaneció los siguientes 30 años, hasta que la Revolución
de 1917 le permitió retornar a su país natal. Durante su largo exilio
Kropotkin escribió una serie de influyentes libros -los más importantes fueron Palabras
de un rebelde (1885), En las prisiones de Rusia y Francia (1887), La
conquista del pan (1892), Campos, fábricas y talleres (1899), Memorias
de un revolucionario (1899), La ayuda mutua (1902), La literatura
rusa (1905) y La Gran Revolución 1789 - 1793 (1909)- en la cual
promovió su filosofía libertaria.
Su finalidad, como a
menudo lo hizo notar, era poner una base científica al anarquismo. En La
ayuda mutua, que es ampliamente considerado como su obra maestra, argumentó
que, a pesar del concepto darwinista sobre la supervivencia de los más hábiles,
la cooperación más bien que el conflicto es el principal factor de la evolución
de las especies. Suministrando abundantes ejemplos, demostró que la
sociabilidad es un rasgo dominante en todos los niveles del reino animal.
También entre los seres
humanos encontró que el apoyo mutuo ha sido la regla más bien que la excepción.
Rastreó la evolución de la cooperación voluntaria en las tribus primitivas, la
aldea campesina, los pueblos del Medioevo y en una variedad de modernas
asociaciones -sindicatos, sociedades científicas, la Cruz Roja-, que han
continuado practicando el apoyo mutuo a pesar de la ascensión del coercitivo Estado
burocrático. El curso de la historia moderna, creía, se encamina hacia las
sociedades descentralizadas, apolíticas, cooperadoras, en las cuales los
hombres desarrollarán sus facultades creadoras sin la interferencia de
gobernantes, sacerdotes o soldados.
En su teoría del comunismo
libertario, según la cual la propiedad privada e ingresos desiguales
desaparecerán para dar lugar a la libre distribución de las mercancías y los servicios,
Kropotkin dio un paso en grande para la evolución del pensamiento económico
anarquista. Substituyó el principio de los salarios por el de las necesidades.
Cada persona juzgaría sus propios requerimientos, sacando del supermercado
común lo que estimara necesario, hubiera o no contribuido al trabajo. Kropotkin
preveía una sociedad en la que los hombres a la vez harían trabajo manual e
intelectual, trabajando en la industria o en la agricultura. Los miembros de
cada comunidad cooperativa desde sus 20 a sus 40 años, trabajarían de cuatro a
cinco horas por día, suficientes para una vida confortable, y la división del
trabajo motivaría una división de agradables tareas, como resultado de la
especie de existencia integrada y orgánica que había prevalecido en la ciudad medioeval.
Para preparar a los
hombres hacia una vida más feliz, Kropotkin fijó sus esperanzas en la educación
de los jóvenes. Para lograr una sociedad integrada clamaba por una educación
integral que a la vez desarrollase habilidades intelectuales y manuales.
Debido énfasis debía ser puesto en las humanidades y en los principios básicos
de las matemáticas y las ciencias; pero, en lugar de ser enseñadas sólo en los
libros, los niños debían recibir una activa educación al aire libre y aprender
trabajando y observando en el terreno, una recomendación que ha sido
ampliamente señalada por modernos educadores.
Basándose en su propia
experiencia de la vida en la cárcel, Kropotkin también propugnaba por una
entera modificación del sistema penal. Decía que las cárceles eran escuelas
del crimen que, en vez de reformar al delincuente, lo sujetaban a castigos
embrutecedores y lo endurecían en sus instintos criminales. En el mundo futuro
de los anarquistas, fundado en la ayuda mutua, la conducta antisocial no sería
encarada mediante leyes o cárceles, sino por la comprensión humana y la presión
moral de la comunidad.
En Kropotkin se
combinaban las cualidades de un científico y un moralista con las de un
organizador revolucionario y propagandista. Debido a su sensata benevolencia,
condenaba el uso de la violencia en la lucha por la libertad y la igualdad, y
durante sus primeros años como militante anarquista, fue uno de los más
vigorosos expositores de la propaganda por el hecho - actos de
insurrección para reforzar la propaganda oral y escrita y despertar así los
instintos de rebelión del movimiento anarquista en Inglaterra y Rusia; y
ejerció una fuerte influencia en los movimientos de Francia, Bélgica y Suiza.
Pero se apartó de muchos de sus compañeros al apoyar a los poderes aliados
durante la Primera Guerra Mundial. Su acción, aunque motivada por el
temor de que el autoritarismo germano podría ser fatal para el progreso social,
violó la tradición antimilitarista y motivó agrias polémicas que casi destruyeron
al movimiento por el que había trabajado casi medio siglo.
De todos modos, los
acontecimientos aparecieron más brillantes al estallar la Revolución Rusa.
Kropotkin, que ahora tenía 75 años, se apresuró a retornar a su país natal.
Cuando llegó a Petrogrado en junio de 1917, después de 40 años de exilio, fue
recibido calurosamente y se le ofreció el cargo de Ministro de Educación
en el gobierno provisional, que rehusó con brusquedad. No obstante, nunca
fueron tan brillantes sus esperanzas para un futuro libertario, pues en 1917
vio la espontánea aparición de municipios libres y de soviets -consejos de
soldados y de trabajadores- que pensó podrían ser la base para una sociedad
sin Estado. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, sin embargo, su
entusiasmo se volvió un gran desengaño. Esto entierra la Revolución dijo
a un amigo. Los bolcheviques, decía, han demostrado cómo una revolución no debe
ser hecha, es decir, por métodos autoritarios en vez de métodos libertarios.
Sus últimos años los dedicó principalmente a la historia de la ética, que nunca
terminaría. Murió en el pueblo de Dmitrov cerca de Moscú el 8 de febrero de
1921. Su entierro, acompañado por cien mil admiradores suyos, fue la última
ocasión en que la bandera negra de los anarquistas flameó en las calles
de Moscú.
La vida de Kropotkin
ejemplarizó una alta modalidad ética y la combinación de la labor manual e
intelectual que predicó a través de sus escritos. No mostró nada del egoísmo,
la duplicidad y el ansia de poder que malogró la imagen de tantos otros
revolucionarios. Debido a esto fue admirado no sólo por sus propios compañeros,
sino por muchos para quienes la etiqueta de anarquista significa no mucho más
que el puñal y la bomba. El escritor francés Romain Rolland dijo que Kropotkin
vivió lo que Tolstoi solamente predicó, y Oscar Wilde le llamó uno de los dos
hombres realmente felices que había conocido.
Paul Avrich*, Revista Reconstruir,1975,
Buenos Aires, Argentina.
* Paul Avrich, nacido en EEUU, fue profesor e historiador del movimiento anarquista, dentro de sus textos mas relevantes destaca el escrito acerca de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.